PÁGINAS DE INTERÉS

¿EN ADÁN O EN CRISTO?


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MENSAJE DOMINGO 28/09/2014

Por el Hno. Gabriel.-

1° Corintios 15
21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

Dos clases de hombres (personas) existen en este mundo, los que aun están en Adán (adánicos) y los que ahora están en Cristo (cristianos), en otras palabras podríamos decir que el mundo está conformado por adánicos y cristianos (los que están muertos en Adán y los que en Cristo están vivificados) (espiritual o carnal, celestial o terrenal).

“Adán”, un hombre que vivió para encargarse de que todos muramos, “Jesús”, un hombre que murió para encargarse de que todos vivamos. Todo lo que es de la carne se relaciona con Adán, y todo lo que es del Espíritu se relaciona con Cristo.

O sea que, por un lado están los adánicos, los que aun perseveran en una vida (mente) puramente carnal, y por otro lado están los cristianos, los que han muerto a la naturaleza carnal para vivir una vida en el Espíritu, en santidad.

Bueno sería poder afirmar que en la iglesia solo están los cristianos y que fuera de ella están los adánicos, pero tristemente no es así, sino que aun en la iglesia de hoy hay mas adánicos que cristianos, y ¿Cómo nos damos cuenta de ello? Muy fácil, mirando sus vidas, conociendo sus metas, descubriendo sus anhelos, etc.

LA VIDA EN ADÁN
La vida en Adán es aquella que solo se ocupa de un constante mejoramiento de la carne, invierte tiempo (años) y recursos (dinero, fuerzas) en educarla, formarla y hacerla más culta para que se vea más hermosa, más honorable, mas enriquecida, más respetable, etc. pero al fin y al cabo sigue siendo carne, sigue perteneciendo a Adán, y el fin de tales personas es muerte, porque en Adán todos mueren.

1° Corintios 15
47  El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
48  Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
49  Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción

La naturaleza adánica por mas mejoramiento y cultura que tenga jamás va a poder ser introducida en el reino celestial, porque carne y sangre no pueden heredar en reino de Dios, por tanto toda la inversión que hagamos para que nuestra carne se vea mejor nunca nos va a hacer más aptos para ser introducidos en el reino de Dios, “lo que es nacido de la carne, carne es” por mas mejorías que se le haga (Jn 3:6).

Muchos cristianos, o más bien congregantes de la iglesia abandonan la lectura, la oración, la familia, la iglesia, para emprender una carrera de mejoramiento carnal, y se olvidan que la aptitud (lo que nos hace aptos) para el reino celestial no radica en un mejor hombre carnal, sino en una nueva naturaleza espiritual, una nueva creación. Pertenecer al reino celestial no se define por cuan hábiles y mejores somos en la carne, sino por cuan vivificados estamos en Cristo.

Dios no tiene ningún interés en introducir algo de la naturaleza adánica a su reino celestial, antes busca eliminarla por completo y hacernos nueva creación para poder introducirnos nuevos en su reino celestial, de otro modo no perteneceremos, porque la corrupción jamás va a heredar la incorrupción (1°Co 15:50).

LA CRUZ: EL MEDIO PARA ELIMINAR A ADÁN
Ahora, para poder introducirnos en su reino celestial Dios debe hacer en nosotros, debe hacernos nueva criatura (nueva creación), porque nuestra aptitud para el nuevo reino no se determina por cuan buenos lleguemos a ser en nuestra naturaleza carnal (adánica), sino que nuestra entrada al reino celestial se determina por la creación a la cual pertenecemos. ¿Pertenecemos a la antigua creación o a la nueva creación? ¿Somos Adánicos o cristianos? ¿Somos nacidos de la carne o del Espíritu?

Dicho de otro modo sería; nuestra aptitud para ser introducidos al reino celestial se define por una cuestión de origen, no es por una cuestión entre lo bueno y lo malo, sino entre la carne y el espíritu, si hemos nacido del Espíritu entonces nuestro origen es del reino celestial, si no hemos nacido del Espíritu entonces nuestro origen es del reino terrenal, por más que nos hayamos congregado durante toda nuestra vida en alguna iglesia, si no hemos nacido del Espíritu sencillamente no pertenecemos al reino celestial de Cristo.

2° Corintios 5
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Gálatas 6
14 Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.

Dios anhela poseernos para sí mismo, pero Él de ningún modo nos iba a introducir en su reino así como estábamos, sino que primeramente elimino nuestra naturaleza adánica por medio de la cruz de Cristo, y luego por medio de su resurrección nos proveyó una nueva vida (Ro 6:4), para que ahora seamos una nueva creación con una nueva naturaleza, nueva mente y nuevas facultades y de esa forma entrar en su nuevo reino. La cruz fue el medio que Dios uso para ponernos completamente a un lado y la resurrección fue el medio que uso para impartirnos todo lo necesario para nuestra vida nueva.

La cruz de Cristo es el medio que Dios usa para que todo lo que pertenece a la antigua creación muera, porque nada del primer Adán puede pasar más allá de la cruz, sino que todo termina allí, mientras mar rápido comprendamos este asunto mucho mejor será para nosotros, pues es por medio de la cruz que podremos escapar de la naturaleza adánica.

Pensar en la cruz es pensar en la muerte, nadie en el tiempo de Jesús cargo una cruz para seguir viviendo, sino que la cargo para ser eliminado por medio de ella, del mismo modo nosotros como cristianos debemos cargar diariamente la cruz para eliminar nuestra naturaleza adánica y a la vez para ser vivificados en el espíritu.

LA NECESIDAD DE CARGAR LA CRUZ Y MORIR
Cuando como cristianos verdaderamente entendemos que nada de lo que pertenece a la naturaleza adánica va a heredar el reino celestial, entonces nos apresuramos a morir totalmente al viejo Adán, de repente cargar la cruz pasa a ser para nosotros una imperiosa necesidad y ya no una imposición religiosa, ahora la deseamos.

Juan 12
24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

Morir al Adán que convive en nosotros no es una alternativa que el cristiano pueda obviar, es un suceso que indefectiblemente sucederá, de otro modo jamás podremos andar en una nueva vida, porque hablar de una nueva vida implica matar a la vieja.

Dicho de otro modo, para llegar a ser vivificados primero debemos morir, porque de lo contrario no habría razón para ser vivificados, ya que el verbo “vivificar” tiene su correcta aplicación en aquello que no está vivo sino muerto, pretender ser vivificados cuando aún no hemos muerto sería como ir a un hospital y solicitar que se nos de la terapia de electroshock cuando aun estamos vivos y completamente sanos, así nos vemos a veces cuando como cristianos pretendemos que Dios nos vivifique sin querer morir al hombre terrenal “¡Señor vivifícame pero no me mates!¿raro verdad?”

Una semilla para poder fructificar primero debe morir, de igual modo nosotros sino no morimos jamás podremos fructificar para Cristo, para que la nueva vida de la semilla fluya la cascara debe romperse, para que el nuevo hombre espiritual fluya la carne debe romperse, morir.

1° Corintios 15
36  Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.
37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;

Este cuerpo carnal simplemente es la cascara que nos envuelve, trabajar para mantener esta cascara en hermosas condiciones hace que nos veamos como una semilla que jamás va a ser un árbol, sino que toda la vida será solo una semilla inútil. Sin embargo el propósito de la semilla es caer a tierra y morir para llegar a ser un árbol, así también el hombre debe morir a la naturaleza carnal (adánica) para llegar a una vida celestial.

UN EJEMPLO VIVO
Mateo 16
21  Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle (censurarlo), diciendo: Señor, ten compasión (favorécete a ti mismo, no te hagas daño) de ti; en ninguna manera esto te acontezca.

Jesús comenzó a declarar que el propósito de su vida en la tierra no radicaba en un confort carnal, sino en un propósito celestial, Jesús no había venido al mundo para satisfacer o mejorar su vida carnal, sino vino para matarla, sin embargo Pedro al escuchar tal declaración se resistió rotundamente a la idea, y busco censurar aquellas palabras, porque en Pedro aun actuaba su naturaleza carnal, él aun estaba en Adán.

23  Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás (adversario)!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, “sino en las de los hombres”.
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
25  Porque todo el que quiera salvar (prolongar, alargar, preservar) su vida, la perderá; y todo el que pierda (desprecie, desestime) su vida por causa de mí, la hallará.
26 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Trabajar y esforzarnos para prolongar nuestra vida en la naturaleza de Adán sencillamente no tendrá ningún provecho en lo celestial, pero si por causa del Cristo despreciamos nuestra vida carnal, muriendo a todas las aspiraciones terrenales para tener aspiraciones celestiales entonces hallaremos la vida celestial, porque de ese modo nuestra mira estará en las cosas de Dios y no en las del hombre.

Ser cristianos significa que la vida de Cristo se reproduce en cada uno de nosotros, si el rechazó todo el mundo, sencillamente va producir el mismo rechazo en nosotros, si el murió al mundo, nosotros también moriremos al mundo, y así cada paso de Él se convierte en un paso nuestro también, porque somos llamados a imitar sus pisadas (1°Pe 2:21).

Este clase de mensajes no es muy aceptado para los cristianos de hoy, porque están sumidos en aspiraciones y metas terrenales, siguen en Adán y no están dispuestos a morir a él, por tanto son enemigos de la cruz de Cristo, quieren seguir a Cristo, pero no quieren cargar la cruz para morir al “Adán terrenal”.

LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO
Filipenses 3
7  Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
8  Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;
19  el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
20  Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
21  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

No querer cargar la cruz, o negarse a imitar a Cristo nos convierte en enemigos directos de la cruz de Cristo, antes cuando escuchaba esta expresión “enemigos de la cruz de Cristo” siempre me imaginaba que se trataba de personas muy malas que se burlaban de Dios y no creían en Él, pero a medida que fui creciendo en Cristo empecé a notar que aun dentro de las iglesias hay muchos que se dicen cristianos pero en realidad son enemigos de la cruz de Cristo, porque sencillamente no están dispuestos a morir a la vieja creación, sino que desean vivir como el mundo y a su vez alcanzar la salvación.

Cada vez que nos resistimos a negarnos a nosotros mismo nos convertimos en enemigos de la cruz de Cristo, y cargar la cruz de Cristo no es algo que hayamos hecho una sola vez o un solo día y que alcanza para toda la vida, ¡NO! sino que cargar la cruz es algo de todos los días (Lc 9:23), todos los días  morimos (1° Co 15:31) para poder vivir para Cristo, en eso consiste el trabajo de ser cristiano, en vivir cada día sujeto a la voluntad de Cristo.


LA VIDA EN CRISTO
Así como al inicio del mensaje hemos definido cual es “la vida en Adán”, ahora vamos a definir cuál es “la vida en Cristo”, lo cual es lo opuesto a la vida en adánica. Una persona en Adán trabaja arduamente para un mejoramiento y superación de la carne, una persona en Cristo trabajará arduamente para un mejoramiento y superación en el Espíritu, porque todo lo que es de la carne se relaciona con Adán, y todo lo que es del Espíritu se relaciona con Cristo. Si vivimos en Cristo entonces estamos viviendo en el Espíritu cada día de nuestras vidas, y en definitiva así debe ser la vida de todo cristiano.

Gálatas 5
16  Digo, pues: Andad en el Espíritu (del gr. ocupar, caminar, andar), y no satisfagáis los deseos de la carne.
17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Andar o caminar en el Espíritu es vivir por fe, porque Dios al ser Espíritu (Jn 4:24) es invisible a nuestros ojos carnales. Una vida sumida a los deseos espirituales anulará por completo nuestros sentidos carnales, y de ese modo se cumplirá también en nosotros la escritura que dice “por fe andamos y no por vista de ojos” (2°Co 5:7) declarando con nuestros hechos que no tenemos ciudadanía terrenal sino celestial (Fil 3:20).

Una persona que nace en Cristo debe tener las mismas necesidades que una persona que nace en la carne, a lo que nos referimos más precisamente es que un creyente cuando nace debe tener hambre y sed de Dios (1° Pe 2:2), pasando el tiempo, si sigue en aquella rutina de alimentarse a diario crecerá y se desarrollará en el espíritu, primero leche y luego alimento sólido (He 5:14)

Nutriéndose de esta manera en la palabra de Dios no se atrasará ni se estancará, sino que crecerá hasta alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo (Ef 4:13), la de un varón perfecto enteramente preparado para Dios y útil para toda buena obra.

1° Pedro 2
2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,

Hebreos 5
14  pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

Creciendo y andando en el Espíritu Santo daremos frutos para Dios, es el único modo de dar frutos, una planta que no crece difícilmente pueda fructificar, pero aquella que recibe el agua y la luz diaria crecerá y fructificará para Cristo (Ga 5:22-25, Jn 15:16).

CONCLUSIÓN
Hermanos, es importante para mi volver a decir que nuestra aptitud para entrar en el reino de los cielos no se define por cuan buenos podamos ser en lo carnal, sino que lo único que va a definir si  pertenecemos o no al reino de Cristo es si hemos nacido en él, o sea si hemos nacido del Espíritu, porque si aun seguimos en Adán jamás vamos a heredar lo espiritual por mas buenos y amorosos que seamos, porque en Adán solo heredaremos la muerte pero en Cristo y solo en Cristo seremos vivificados

¿En Adán o en Cristo? Si es en Cristo entonces nos toca vivir en el Espíritu, basta ya de los deseos de la carne, empecemos a proveer para el Espíritu, esto no se trata de “que es lo que puedo tener o no tener”, o “que es lo que puedo hace o no hacer”, esto se trata de cuanto cada día deseamos ser como Cristo, y de seguro Él proveerá lo que debemos tener y nos indicará lo que debemos hacer.

Analicemos cuanto de lo que hacemos a diario corresponde a una vida espiritual y cuando de lo que hacemos aun es para mantener al viejo Adán. En Adán todos mueren, pero en Cristo serán vivificados.


La paz del Señor Jesucristo.-

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